domingo, diciembre 25, 2011

Capote, el mago



Truman Capote: genio, gay, maestro, perfeccionista, obsesivo, suicida y creador del denominado “Nuevo periodismo", entre otras cosas. Truman es el mago, es el literato del mundo que he adorado desde niña. Gracias a las películas, nunca fantaseé con la vieja Europa ni con la época medieval. Los años 30, 40 y 50 son ese reducto al que me escapo cuando quiero soñar. El florecimiento de Hollywood, los fotogramas, la cultura americana, tan joven, tan descarnada a veces, tan ingenua y positivista. Por eso, quizá, Capote sea uno esos autores con el que siento una íntima conexión. Admiro à la distance a Vargas Llosa, por ejemplo, que enamora con sus palabras, envuelve con sus historias, sorprende con su maestría narrativa; pero Truman es algo así como un viejo amigo.

Capote no puede ser considerado periodista pero hizo entrevistas inolvidables contenidas en ese libro titulado “Música para camaleones”. En realidad, el camaleón en muchos casos es él, tan protagonista como el personaje retratado, tan estrella como él. Les recomiendo el capítulo dedicado a Marilyn Monroe, donde la entrevista transcurre en la visita de ambos a un funeral.
Capote ficcionaliza la realidad. Es periodista en un sentido: hace un sesgo en ese continuo espacio-tiempo y nos ofrece el ojo de la cerradura para que contemplemos con nitidez que sucedió en aquel instante, ése que decidió congelar en preciosas palabras para mostrarlo de un modo fiel a la realidad pero no exento de su subjetivo punto de vista. 
En la novela “A sangre fría”, Capote estuvo seis largos años persiguiendo un libro, atado a la celda de dos condenados a muerte y prácticamente conviviendo con ellos, para contarlo todo con pelos y señales. Dicen que, después de eso, perdió su alma, o parte de ella. El propio Capote escribió al respecto: “Desde el punto de vista técnico, la mayor dificultad que tuve al escribir “A sangre fría” fue permanecer completamente al margen de la narración. Por lo común, el periodista tiene que emplearse a sí mismo como personaje, como observador y testigo presencial, con el fin de mantener la credibilidad. Pero creí que, para el tono aparentemente distanciado de aquel libro, el autor debería estar ausente. Efectivamente, en todo el reportaje intenté mantenerme tan encubierto como me fue posible"
Algo similiar hace con el relato que encontramos en el mencionado “Música para camaleones“, titulado “Ataúdes tallados a mano”.
Capote también realizó su declaración de intenciones en cuanto a su método: “Me situé a mi mismo en el centro de la escena, y de un modo estricto y sobrio, reconstruí conversaciones triviales con personas corrientes: el conserje de mi casa, un masajista del gimnasio, un antiguo amigo del colegio, el dentista. Tras escribir centenares de páginas sobre esas cosas tan simples, terminé por desarrollar un estilo. Había encontrado una estructura dentro de la cual podía integrar todo lo que sabía acerca de escribir”.
Qué puedo decir de él. Cuando me muera, espero que me lleve donde esté para comadrear juntos por toda la eternidad.

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