domingo, febrero 12, 2012

Ana Mari, no seas Ana coreta


Aquí la tenéis, con su sonrisa deslumbrante. A ella la veréis siempre así, aunque por dentro no todo sea un camino de rosas. Ana María Tomás, mi amiga, es generosa hasta ese extremo. Cuando pasa por mi mente una queja me acuerdo de ella e intento ser generosa con mis congéneres y no aburrir con problemas. Total, los problemas de los unos y de los otros ¡son tan semejantes!; el ser humano es tan parecido en lo esencial, que todo sonará a repetido. El otro día me encontré con Ana Mari por la calle y nos fuimos a comprar sujetadores al Corte Inglés. Recuperé el placer de enfrentarme a unas cuantas gangas y  eso de la mitad de precio. Pero si no es por esas ocasiones casuales, apenas nos vemos, aunque hablemos bastante por teléfono. El otro día me reconoció: "es que no tengo ganas de salir a ninguna parte". Entiendo que a veces esa tentación es muy poderosa porque, con este frío y con la carga que tenemos las mujeres de ir arreglás aunque sea a la vuelta de la esquina, entiendo, que a veces es una pesadez. Yo mismo siento esa tentación, por muy prometedor que sea el plan. Recuerdo un día en la Expo de Zaragoza que, harta del mundo exterior me fui a mi hotel, y eso que Diana Krall tocaba esa noche allí. Y no te haces una idea los discos que tengo de la rubia esa. 
Que te entiendo Ana Mari, perfectamente pero no puedes privar a tus amigos de tu presencia. No nos basta con leerte, con tu arte, con saberte ahí, con tus consejos y tu sabiduría. Sí, somos unos egoístas que queremos disfrutar de ti, tenemos ese pequeño defecto, por eso el otro día te lo dije y desde aquí te lo repito:  Ana Mari, no seas Ana...coreta, por el amor de dios. A ver si nos vemos pronto y nos vamos al mercadillo de los jueves, ya verás que bien.
Y que me encanta esta foto nuestra. Ha pasado algo de tiempo, unos cuatro años tal vez. Pues todavía estás más guapa hoy que ayer. A ver quien da más.

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