domingo, noviembre 18, 2012

Amores fatales


"He atravesado océanos de tiempo para encontrarte” confiesa el conde Drácula a su amada Mina en la grandiosa película de Coppola. Aunque el vampiro se compadece brevemente de ella, finalmente, decide llevarla al lado oscuro. Para vivir su amor, ella, debe morir. Y, en cierto modo, todos morimos en parte cuando abandonamos nuestra existencia en manos del otro. Ese amor malsano, enfermizo, apasionado y novelero es ideal para la Literatura; nefasto en la cotidianidad.  Las noticias nos regalan cada día deplorables ejemplos del vampirismo amoroso que consume las energías, las horas, la vida.
La ficción nos muestra muchos ejemplos de  pasiones inconvenientes, cuanto más imposibles mejor, que regalan momentos de dicha compartida entre espectador y protagonista. Ese fugaz instante donde lo irrealizable, finalmente, sucede.
Como Romeo y Julieta, las familias de Juan Carlos y Almudena, la trágica pareja de El Salobral, estaban enfrentados entre ellos. Como en Lolita, la diferencia de edad entre ambos era insalvable. O casi insalvable. Con la diferencia de que Lolita es una adolescente con mal gusto, descarada, y Almudena confiesa en Facebook su amor a Juan Carlos. Y no le valen consejos. Ella sabe lo que quiere. O cree saberlo.
Yo con 13 años todavía jugaba con los clicks. Sin embargo, todos conocemos historias de afectos desatados de muchachas adolescentes. Algunas de esas muchachas eran incluso nuestras abuelas.
Me resulta harto inverosímil qué pudo encontrar ella en “El fraguel”,  famoso por sus habilidades con la escopeta y casi tres décadas mayor. Confieso que sólo me deslumbra el arte y el talento, y no las mañas,  pero lo que sí tengo muy claro es que un adolescente recrea el mundo y establece extrañas asociaciones a la búsqueda de esa composición de roles a los que agarrarse. Almudena en esta película es Humbert Humbert. Ella es la idealista, sin ninguna duda. Y él se deja llevar, aunque sabe en el lío que se mete. Quizá quiso creerse la mentira púber. Una fuga hacia delante en un momento bajo de su vida; el paro; el transcurrir tedioso en un pueblo. Pero en esa huida se llevó por delante a una niña.

Nunca deberíamos olvidar, por más embriagador que nos resulte, que las canciones son sólo eso, recreaciones de la verdad, y que los amores que matan, esos que nunca mueren, son perfectos en los sueños, desastrosos en la vigilia. Y siempre, siempre acaban mal.

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