jueves, noviembre 29, 2012

Y a ti ¿Quién te persigue?





Vieja discusión con mi amigo Antonio Rentero. Las mujeres no sabemos interpretar las señales de los hombres. Por regla general, si un tío no muestra interés es que no tiene interés. No le des más vueltas. Según él, nosotras nos empeñamos en buscar mensajes ocultos en sus palabras, en sus actos, incluso en sus “no actos” para agarrarnos a un clavo ardiendo. Error.

Hay dos películas de Julia Roberts con persecuciones en días de boda. En “Novia a la fuga” es ella la que sale despavorida una y otra vez justo en el momento de decir “Sí quiero”. En “La boda de mi mejor amigo” la prota descubre que está enamorada de su coleguilla de toda la vida cuando le dice que se va a casar y se inventa un plan maquiavélico para reventar el enlace. La cosa acaba en: “muchacho persigue a la prometida; Julia persigue al novio mientras una voz sensata le pregunta al otro lado del móvil  “¿Y a ti, quién te persigue?”

Así nos pasamos la vida. Como reza le verso de la Carmen de Bizet L’amour est un oiseau rebelle. Si tu lo buscas se escapa. Si él te busca, huyes despavorido/a ¿Tan inmaduros somos? Por lo visto, sí. Según mi querida Pura Salceda, el malcho-alfa es cazador. Ergo, una vez atrapada, careces de atractivo. Si confiesas que estás en la red es que ni se molesta en asomar el hocico. Si analizamos el período de crianza, muchos mamíferos aparcan a la hembra. Una vez fecundada ¿Para qué la van a buscar? Entonces ¿Por qué nos fustigamos con largas uniones? Imagino que el mamífero también ansía proteger el clan, la manada, la tribu ¿No les parece de una vulgaridad asombrosa?

Más allá de los dictados de la madre naturaleza, existe ese amor que nos impulsa a caminar un palmo por encima del suelo. Incluso un palmo por debajo del subsuelo. Ese amor tremendo e intenso, como el que unió a Elizabeth Taylor y Richard Burton. Tortuoso sí, pero repleto de admiración, deseo y complicidad. Estos días se publican los diarios íntimos del actor. En ellos queda manifiesto que existe un sentimiento que une alma y cuerpo; carne y esencia, más allá de los terribles defectos, los fallos, los sentimientos deformes, incluso de la enfermedad. Una muestra: 13 de OCTUBRE de 1968: “A Elizabeth le preocupa mucho convertirse en una lisiada porque a veces no siente los pies. Me preguntó si dejaría de quererla si tuviera que pasar el resto de sus días en una silla de ruedas. Le dije que no me importaría que se le cayeran las piernas, el trasero y el pecho ni que los dientes se le volvieran amarillos. Ni que se quedara calva. Amo tanto a esa mujer que a veces no creo mi suerte”.


1 comentario:

Ricardo Miñana dijo...

Excelente post, gracias por compartir interesante espacio el tuyo.
recibe un saludo.