domingo, mayo 12, 2013

Desaprender








¿Os imagináis volver a empezar? Un día despertáis y todo es brand new.  No hay  dolor. Las malas experiencias se han borrado. Frustración puede ser el título de un bolero pero nada que tenga que ver con vosotros. Los deseos insatisfechos son pura ficción.

De nuevo es aquella noche de invierno y el primer beso sobre una Vespa "A ver si vamos aprendiendo" dice el mozalbete. Sabías tan poco de la vida que ni tan siquiera sabías besar ¿Y aprendiste? ¿No aprendemos a besar diferente con cada nuevo amor?¿Por qué no habría de ser así también en el resto de facetas de nuestra existencia? Pues no. Hay enseñanzas marcadas a fuego. Si eras el mayor de los hermanos te conviertes en un responsable insoportable. Incapaz de romper un plato. Si eres el menor siempre cuentas con que alguien te sacará las castañas del fuego, casi siempre con una sonrisa. El aprendizaje de los besos, tan dispar como labios encontremos por el camino, siempre es nuevo ¿Por qué? Misterio. Quizá la interacción tan directa con otra persona te marca una pauta y, a su vez, tú la marcas en el otro. Cosa, tal vez, de los instintos. No ocurre igual con los sentimientos.

Tan importante como asimilar las experiencias es olvidarnos de ellas. Desaprender. Fácil de escribir, tan complicado de conseguir. El resultado es un tedioso macramé de memorias, reproches, caídas, recuerdos infaustos, terrores, miedos que nos paralizan y programaciones odiosas que nos obligan a vivir en una constante noche de los muertos vivientes. Si no desaprendemos, los viejos fantasmas siempre estarán con nosotros ¿No resulta de lo más aburrido? Nuestra vida es igual a la de Drácula, que vaga por la eternidad con su maldición a cuestas, en pos de una víctima con quien compartir nuestros males.  Si no desaprendemos nos volvemos tóxicos. Así de simple.

La infancia es un empedrado de personas que, llenos de buena voluntad, casi nos lanzan al infierno de cabeza. Como cantaba Serrat: "eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca, " ¿Cuántos "NO" siguen presidiendo vuestros días? ¿Culparemos a quiénes sólo quisieron nuestro bienestar, nuestra perfección? Sería culpar nuestra esencia. Sus reproches llegan del pasado más remoto. Información genética de primera mano. El subconsciente colectivo del que hablaba Jung. De nuevo, la especie:un centrifugado eterno en pos de una mejor versión de nosotros mismos, de los que nos antecedieron.

Confieso que he desaprendido algunas cosas. Otras me resultan imposibles. A veces hay demasiado rencor a quienes me hirieron con saña. No hay perdón para ellos en mi conducta pero sí olvido. Ya sabéis que para ser feliz lo mejor es tener mala memoria. Si la tenemos buena, aferrémonos mejor a los momentos brillantes de nuestros días que seguro son muchos. Juguemos a ser Dios y planifiquemos un futuro brillante para nosotros. Desterremos para siempre la planificación mental de nuestros antecesores. Sus buenas intenciones no sólo son inútiles sino que nos entorpecen una visión fresca y limpia de los días.

Si te cuesta desaprender, puedes asimilarse a la generación de los Millenials, esos chavales nacidos entre 1980 y 2000, sobre todo en Estados Unidos. Chicos que llegan al mundo con un perfil social de Facebook y que desarrollan trastornos narcisistas de la conducta pero que, para compensar esa vida fatua de "yo, yo y yo" cuentan con una insobornable fe en el futuro. A ellos no les hables de recesión. Esa palabra no la entienden. Seguros de sí mismos, pragmáticos y adaptables a los cambios, quizá vivan en un continuo proceso de desaprendizaje. Cuando algo no funciona, sencillamente, lo dejan ir. Lo cantaron en su día los Beatles: "Let it be". Pues eso.

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