domingo, enero 26, 2014

Esa intimidad tan nuestra




Andrea se metió en la ducha. Después de tres años de relación, una relación intermitente, seguía sin romper vínculos anteriores a. Esas escapadas con el amor prohibido eran toda una odisea. Él se acercó, descorrió la cortinilla. Se miraron a los ojos y le dijo con tristeza: "Todavía no he conseguido que esto sea tu hogar ¿verdad?". Ella dejó correr el agua y el silencio compasivo acompañó un beso de gel y champú.

Hay personas que se adoran pero, por la razón que sea, les cuesta salir del pequeño muro que se fabrican (nos fabricamos), cada cual a su manera, para protegerse.

La intimidad no es algo que se improvise ni se pueda forzar. Pero también sucede todo lo contrario ¿No os ha ocurrido conocer a alguien y sentir ipso facto una atracción y simpatía inusuales?  A lo largo de mi vida me ha sucedido incluso con gente muy famosa. Y eso es algo mutuo. Se nota al instante. Quizá no vuelvas a ver a esa persona pero permanecerá el perfume de algo bonito.

Y no, no es el flechazo, ni la química. Son ciertos códigos, miradas, algo que nos resulta familiar en el otro. Dicha intimidad puede dar paso a algo más, pero tal y como explica Francesco Alberoni : "El más simple cortejo, el flirteo que no conduce a nada, en la mayoría de los casos establece una intimidad, un recuerdo duradero, quizás una añoranza o un patrimonio de recuerdos. No hay vínculo pero ya sitúan a esa persona en nuestro mundo íntimo".

En esa intimidad puede haber algo erótico o no pero cuando se encuentra es reconfortante. Hace del mundo un lugar mejor.

¿Qué sucede cuando hay flechazo pero de ahí, de la admiración, la obnubilación y el éxtasis es imposible pasar a la intimidad?  Imagino que, como le ocurre a los protagonistas de esta pequeña historia del comienzo, se instale entre ellos un cierto sabor amargo. Uno de los dos trata de saltar tu muro y tú le dejas, quisieras, pero no te sale. Y es más común de lo que parece.

Cuando hay parejas que aguantan décadas la una junto a la otra, a pesar de todo; de los avatares, de los disgustos, de los cuernos incluso, es porque esa intimidad es insustituible, irremplazable. Ningún amor apasionado puede derribar a esa persona que te hace sentirte como en casa. Que es tu casa. Incluso después de haber roto no un plato, sino la vajilla entera. Ningún desastre es comparable al de perder a quien ha visto todos tus momentos. Los brillantes, las noches en vela; tus fiebres y sudores. Tu dolor y tu miedo. Tus ilusiones y decepciones.

Un reciente estudio afirma que antes de encontrar nuestro amor ideal nos romperán el corazón en dos ocasiones a lo largo de nuestra vida. Es posible. Porque tu casa también se puede llenar de grietas y aunque creas que hay un techo sobre tu cabeza todo sea una ilusión. Pero, por otro lado, son muchas más las ocasiones en los que nos topamos con esos fragmentos de intimidad desperdigados por el mundo. Suscribo la frase de Almodóvar: "Siempre he creído en la bondad de los desconocidos". Qué curioso que algunas de las cosas más  bonitas que me han sucedidos ocurrieron a miles de kilómetros de mi casa real. 
Porque la intimidad está en todas partes y tu casa también puede estar en destinos insospechados. Esa intimidad tan nuestra es rica, es hermosa y, lejos de romper corazones, nos da un poquito de calor, que falta nos hace con los tiempos que corren.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

El perfume de algo bonito...
Muchas veces me ha pasado lo que describes. Una veces se lo comunicas a la otra persona y se crea un vínculo muy estrecho, indescriptible. Otras, te miran raro y te salen por peteneras.
Me encantaría poder hablar de esto con mi pareja.
Tú que eres experta, ¿qué recomiendas?
¿Mejor el silencio?
@royanot

LOLA GRACIA dijo...

No me gusta dar consejos y en temas amorosos, menos. Mi máxima es no hacer daño y evitar todas las ocasiones de hacerlo.

Anónimo dijo...

Pocas veces alguien ha descrito mi interior de forma tan acertada, y al mismo tiempo sin coincidir en nada... supongo que algunas sensaciones son simplemente universales,y supongo que todos estamos hechos de la misma materia y sentimos lo mismo, aunque de forma diferente.