domingo, junio 22, 2014

Este me gusta, me lo como yo




Cada vez que una mujer se masturba, muere un gatito. Este eslogan puritano le dio la idea a Emma Sayle para su floreciente negocio como Sexpreneur y crear la empresa Killig Kittens  (Asesinando gatitos). Una empresa que genera eventos sexuales, orgías en concreto, entre ricos y famosos del más alto nivel mundial. En la actualidad, cuenta nada menos que con 40.000 miembro.

Fue en una orgía en Ibiza cuando Emma pensó que podía darle un cambio a estos fiestones de sexo consentido al que acceden sólo unos pocos privilegiados. En la mayor parte de las orgías que visitó encontró que había muchos más hombres que mujeres, que eran ellos los que tomaban o no la iniciativa; que eran ellos los que se paseaban y miraban o se dejaban hacer.

La mayor parte de estos eventos sexuales son fiestas en las que se invita a una serie de señoritas de pago que ofrecen sus servicios sin hacer preguntas. Aunque en realidad, esto no es una orgía. Es otra cosa. Son las fiestas, por ejemplo, del repulsivo Berluscoñi. En una orgía como dios manda, se supone que hay libertad para tocar y mira; que hay deshibinición por parte de los dos sexos. Esto es la teoría. En la práctica, los viejos roles patriarcales también se meten en las alcobas y en los juegos sexuales de los más atrevidos.

Emma pensó que ya estaba bien y en su club de gatitas --que comenzó siendo un club deportivo donde se refugió en tiempos su compañera de fraternidad Catalina Middleton, tras una de las rupturas con el príncipe Guillermo--  iban a ser ellas las que tomasen la iniciativa. El primer mandamiento es que sólo van parejas. Nada de tíos en solitario. El segundo es que son ellas quienes escogen y ellos los que tienen que acatar la decisión femenina. Emma explica además, también van embarazadas: “algunas con unos enormes bombos”; que no hay limitaciones físicas en ningún sentido.

Esta nueva forma de emponderamiento sexual me parece francamente positiva pero lo sería aún más si escapara de estos círculos exclusivos. Porque ya sabemos qué ocurre en la vieja Europa cuando una mujer es muy proactiva sexualmente, o toma la iniciativa en las relaciones amorosas. No voy a entrar en adjetivos calificativos. Son las mismas mujeres quienes tildan a sus congéneres como busconas, guarrillas, facilonas. Cuántas supuestas amigas califican a otras de putón y añaden “pero la quiero mucho, que conste”.

Todavía siguen vigentes los cánones de nuestras tatarabuelas. Hay que hacerse la dura, esperar que sea él quien vaya a por ti y te persiga. Hay que hacerse la difícil. Y lo peor de todo es que la vieja escuela, es lo que funciona. Si una es franca, abierta, confiesa sus sentimientos, ellos huyen despavoridos, o juegan contigo un tiempo hasta que deciden cortar porque han tenido suficiente.  Cuando las relaciones parten en igualdad de condiciones y de franqueza, nada que objetar pero cuando se entrometen los sentimientos de por medio, uff, quizá las que debiéramos salir huyendo deberíamos ser nosotras.

No hay nada peor que un hombre confundido. Un hombre que quiere sexo, como los demás, pero que disfraza este ansia de un velo de romanticismo. Quizá por ese mismo puritanismo que nos convierte en asesinas de gatitos. Un tul de mentiras para acabar haciendo picadillo los sentimientos ajenos. Nosotras nos confudimos menos. Esa es la verdad. Al pan, pan

Chicas, os animo a jugar al Chimo Bayo este verano pero sin dejarse caer en el rollo del amor. Ya sabéis: “este sí, este no, este me gusta, me lo como yo”.

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