lunes, abril 06, 2015

Alegría de vivir



Siempre he creído que el sufrimiento es el más inútil de los sentimientos.

Detesto a las persona que se auto compadecen. Que llevan una existencia mediocre y que no hacen ni harán nada para sentirse llenos y vivos del todo, salvo lamentarse. Incluso, ante las increíbles oportunidades que ofrecen los días, se aferran a sus miedos, a su parálisis emocional, a su tacañería de miserias consigo mismos y con los demás.

El lamentarse  es tan estéril como el sufrimiento. Nos conduce a una repetición sistemática de patrones que nos perpetúan en un estancamiento vital, que nos lleva inevitablemente a la tristeza, al pesimismo crónico. Y me reitero. La zona de confort es muy peligrosa. Podemos llegar a los 60 años y darnos cuenta de que no hemos hecho nada arriesgado ni especial con nuestra vida. Que moriremos sin dejar legado , ni recuerdos increíblemente felices y alocados para nuestros amigos y generaciones venideras.

El sufrimiento, además, es algo inhumano. Por eso nos rebelamos ante los atentados, ante la muerte sin sentido, ante los finales abruptos de algo hermoso, ante las masacres que sesgan las risas, las horas, el porvenir de tanta gente.  La muerte de los 147 estudiantes de Kenia esta semana, los 150 fallecidos en el accidente provocado por el piloto Andreas Lubitz, las víctimas del  11 S, del 11 M…El horror del Holocausto. La humanidad involuciona con actos así, se repliega en sí misma, pierde la confianza, la esperanza y no habrá nada, ni indemnización millonaria, ni Ley de Memoria Histórica que subsane la carencia de esas personas que se fueron de un modo absurdo y sin sentido.

El ser humano está hecho para la alegría, para el movimiento, para evolucionar continuamente. Cada día ha de ser un nuevo aprendizaje, incluso en la monotonía extrema podemos hallar una clave para mejorar. El amor no conlleva, o no debería conllevar, dolor ni sacrificios enormes y, por supuesto, el amor nunca debe ser sinónimo de sufrimiento. El sufrimiento en esta vida para alcanzar la felicidad en la siguiente es una película que nos han vendido algunas religiones para hacernos conformistas, para mantenernos estancados, parados, muertos en vida.

Desde luego, no sé vosotros, pero yo me niego a pertenecer a esa legión que se pregunta algunas mañanas ¿Qué habría sido de mi vida si hubiese aprovechado una o dos oportunidades de ser feliz? Alguien me enseñó que hay que arriesgar para ganar, que el mundo es de los osados y os aseguro que las oportunidades hay que cogerlas al vuelo. No hay demasiadas a lo largo de toda una vida.  El trabajo, el amor, los amigos vienen en oleadas. Podemos pasar años y años en barbecho esperando que regresen los buenos momentos. La paz, la calma y la armonía son fantásticas pero también lo es la evolución, el crecimiento, la pasión, el desafío ante una nueva tarea, relación o historia. Todo eso está alejado a años luz del sufrimiento.

Uno elige ser feliz en cada momento, salvo esas causas que nos sobrevienen con impotencia —que también las hay sin buscarlas demasiado—.Uno puede pasar página o aferrarse a un pasado dichoso pero sin visos de futuro. Qué difícil pero qué necesario es vivir el momento presente. El aquí y ahora. Decía un sabio que conseguía mantener la serenidad conspirando con lo inevitable. Y a veces, lo inevitable nos disgusta. No lo entendemos, escapa de nuestro control y nos duele. Pero podemos elegir.  Cada día tenemos la opción de extirpar ese sentimiento estéril,  la tristeza,  y aferrarnos a la alegría de vivir.

2 comentarios:

Daniel Sánchez dijo...

Excelente post, Lola. Gracias por recordarnos lo importante. Nos acostumbramos con demasiada frecuencia a vivir en nuestro estercolero. Nadie nos sacará de ahí salvo la decisión personal de salir, mirando al mundo de frente para decirle que nada ni nadie nos obstaculizará el camino de nuestra felicidad.

Daniel Sánchez dijo...

Excelente post, Lola. Gracias por recordarnos lo importante. Nos acostumbramos con demasiada frecuencia a vivir en nuestro estercolero. Nadie nos sacará de ahí salvo la decisión personal de salir, mirando al mundo de frente para decirle que nada ni nadie nos obstaculizará el camino de nuestra felicidad.