lunes, enero 04, 2016

Tu cuerpo, una fiesta

    "No disponemos de nuestra vida: Desde el vientre a la tumba estamos encadenados a otros seres humanos". Es una frase de "El atlas de las nubes" con una sólida base de realidad. Si recontamos experiencias lo vemos con claridad. Sin saber por qué, nuestros días se entrelazan con quien menos sospechamos. No sólo hablo de lazos amorosos, físicos y eróticos; sino lazos vitales. La vida es una inmensa autovía con infinitos ramales y en ella nos tropezamos por azar con personas que nos transformarán para siempre. El sexo es sin duda un motor importante de transformación. El sexo no entendido como el coitocentrismo que proclamaba Freud y que postergó el placer de la mujer en pos de la penetración y la procreación. Hablo de otro sexo. Porque las palabras lo son;  la música, los abrazos, los olores, los besos. Ese es el sexo auténticamente transgresor: el que escapa a la cópula pura y dura. El que investiga todos los recovecos del ser humano. El que vincula el alma con el placer y el disfrute. El eros porque sí, porque me apetece. Sin obligaciones, compromisos, expectativas o resultados. La transgresión no es que te aten a los barrotes de una cama. La transgresión auténtica es reivindicar el placer al que todo ser humano tiene derecho por haber nacido. Hay que acabar de una vez con las etiquetas de "normalidad". Hay que eliminar para siempre el código moral. Nuestro cuerpo no es el pecado. También borrar el código mercantil; ese que vincula el sexo como una transacción de la carne. Y no sólo hablo de prostitución. Todavía el cuerpo es objeto de compra-venta. Sin ir más lejos, en Holanda es legal intercambiar el cuerpo a cambio de lecciones de conducir. Ninguna objeción, pero ese código mercantil también está corrupto, es impropio de nuestra esencia más pura. Occidente nos ha enseñado a odiar nuestro cuerpo. Nos provoca temor, nos provoca vergüenza. Y el cuerpo es un templo, como proclama el hinduismo. Nuestra mente, pero también nuestro cuerpo, nos define, nos configura, nos posiciona en el mundo. El cuerpo es hermoso siempre porque nos alberga; alberga al ser que amamos. Hay que derribar esa relación somatofóbica de Occidente con el cuerpo. Podemos empezar regalando un strip-tease a nuestra pareja o compañero de juegos sexuales esta Navidad. ¿Por qué no? El sexo no tiene un fin. Es el fin. En el acto amoroso los roles de deseantes y deseados se intercambian y el placer no pertenece sólo al hombre, o sólo a la mujer. Nuestra anatomía nos ayuda puesto que todas contamos con un órgano diseñado, única y exclusivamente para darnos placer: el clítoris. El sexo no puede ser "normal" ni "rápido", a no ser que nos guste mucho, mucho la variedad sexus horribilis. Me aferro a esta frase de Galeano: "El cuerpo es un pecado, dice la iglesia; el cuerpo es un negocio, dice el mercado. El cuerpo dice: yo soy la fiesta". Si todos somos uno, sin duda festejaremos más estas fiestas con la fiesta de la piel, de las caricias y haciendo excursiones e incursiones por toda nuestra geografía humana. Si estamos encadenados a otros seres humanos del vientre a la tumba, procuremos que esa relación sea rica y fructífera. No tortuosa, culpabilizadora y estresante. Es tiempo de regalos. Y el regalo es el presente. Se dice mucho. Y es cierto. El presente nos enriquece. Los otros nos aportan, nos enseñan. El mundo es un sembrado de maestros. Los unos a los otros nos damos lecciones de vida. Regalemos nuestro tiempo a los demás, nuestra paz y nuestra lujuria, nuestro deseo y la fiesta siempre perenne de nuestro cuerpo.

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