jueves, junio 29, 2017

Monstruos






Una semana de mierda. Eso es lo que hemos vivido.
Al delito de odio se podría añadir sin empalago el delito de la estupidez que es infinita, como decía Einstein. A esa maldad verde, putrefacta, asquerosa, estéril, inmunda; Al estiércol de bocas y de teclados hay que agregar la estulticia, el desocupo total de aquellos que no tienen mejor cosa que hacer que insultar desde el anonimato, verter mierda sobre el cuerpo de una fallecida, violar el dolor de aquellos que la han perdido para siempre.
Al delito del odio se le adhiere la cobardía de una panda de inútiles que se ensañan con una chica tirada en el suelo y le dan patadas como a un balón de goma. Me trae sin cuidado si era buena, si era mala. Si se lo merecía o no. Así no se lucha contra los chulos acosadores,  de oficio "sus rencores" sin beneficio para nadie. Si ella era una impresentable, una acosadora, una linchadora, lo suyo son las leyes y la cárcel si la merece. Y que se pudra entre barrotes porque los moratones se borran de su piel pero el aislamiento quizá la haga reflexionar.
Me cabrea esa madre que disculpa al inconsciente de su hijo que conduce un autobús escolar con coca en la sangre. No señora. No todo el mundo se droga los fines de semana.
Me horroriza ese chaval que se ha ensañado con cinco chicos de su clase, navaja en mano, porque no aguantaba más el acoso, las descalificaciones y que se metieran con él por ser el empollón del aula.
Ah, casi olvido a ese imbécil de Youtuber que se hace llamar Reset y que le da a un mendigo una galleta rellena de pasta de dientes. Y lo graba. Todo vale para conseguir visitas. Y los desocupaos de turno le ríen la gracia. Y ese pobre señor, que bastante tiene con vivir en la calle, se convierte el hazmereir de una pandilla de descerebrados capitaneados por un mocoso maleducado sin corazón. Me pregunto qué estarían haciendo sus padres mientras esta basura humana perpetra sus videos infectos.
Algo estamos haciendo mal, muy mal. En la época de las comunicaciones, los dedos y el teclado han sustituido al diálogo real y eficaz. La sociedad pantallizada facilita el hecho del odio no abre puertas al conocimiento si no a la destrucción. No enriquece la vida de los usuarios, la envilece.
Gracias a las redes es más sencillo quedar para machacar a una persona ya sea a patadas o con palabras. Los insultos  y vejaciones se vierten con velocidad de vértigo desde los dispositivos viscosos de sus propietarios viscosos que nada respetan. Ni la muerte ajena, ni la vida de los otros. Sus vacíos, sus miedos y su cobardía tumefacta encuentran eco en este caos de gilipollas sin fronteras.
La pantalla no nos devuelve un mundo feliz sino el resentimiento y rencor de mil años que les sale por las orejas a chavales de 15. Ellos, que deberían estar en la meliflua felicidad del que tiene todo por experimentar. En vez de sorprenderse con la vida o descubrir el amor optan por la existencia en diferido, mediatizada por un cristal y una luz que ciega sus ojos por juegos que embotan sus mentes y por líderes de pacotilla, cuyas proezas se ceban con los más débiles.
Pues no. Estos mierdas no pueden salirse con la suya. Han de pagar con dinero, con prisión, con trabajos a la comunidad sus delitos, su depravación y su detestable aportación a esta sociedad.
Yo sólo quiero ver monstruos en las pelis de terror.

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